domingo, 10 de abril de 2011

¿Para qué sirven los libros?

Los libros sirven para un millar de cosas. Para leerlos y disfrutar con ellos, ante todo. Y también para soñar que la vida te hace embarcar sin destino conocido por los mares procelosos de la aventura cotidiana.
También sirven para educar el gusto, si uno sabe elegir convenientemente autores y títulos. Para aprender a ver la existencia desde la perspectiva de los demás, que siempre es cosa buena y educativa; o para crecer en tolerancia y dignidad, que tampoco es moco de pavo.
Los libros, como dice mi amigo José Manuel, profesor de bachillerato, sirven para que los alumnos -los suyos al menos- se dediquen a pasearlos, sin abrirlos siquiera, de las aulas a casa y viceversa, hacinados en esas incómodas, antiestéticas y horrendas mochilas que a los estudiantes les endilga el dictado consumista de las modas pasajeras.
Sirven los libros para mil cosas varias, la mayoría beneficiosas. Es verdad que a fuerza de leer, uno puede precisar algún día los servicios del oculista.
Mas se me antoja que los beneficios de la lectura superan con creces los posibles inconvenientes. A los padres de familia recomiendo que tengan esto en cuenta, y que sepan que algunos libros sirven, incluso, hasta para arrojarlos a la cabeza de sus hijos si los susodichos vástagos se empecinan en no leer y se encanan como bobos durante horas muertas ante la pantalla de los juegos de ordenador. Porque esas horas sí que acaban muertas de verdad, y no las que pasamos con un libro entre las manos.



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